Incunables de la BUAP: esplendor y gloria del libro antiguo
Incunables de la BUAP: esplendor y gloria del libro antiguo

El significado de la palabra incunable, en ocasiones sobreestimado, genera confusión. Los incunables no están relacionados con la belleza o rareza de los libros. Tampoco se refiere a los primeros textos impresos en un país o en una lengua determinada.
El término incunable, en realidad, alude a los productos tipográficos creados entre 1450 y 1500, es decir, en los principios de la imprenta cuando Johannes Gutenberg inventa el sistema de tipos móviles y edita tanto el Misal de Constanza (1449) como su famosa Biblia (1455) de 42 líneas, cuya reproducción puede verse en este enlace de la Biblioteca Estatal de Baviera.
Los incunables son un producto cultural del siglo XVII y sirvieron como herramienta de análisis para el estudio de la evolución del libro cuando se estaban efectuando una serie de debates entre bibliotecarios y académicos sobre el lugar de origen de la imprenta.
Índice
Los incunables, origen de la modernidad
1500: ¿un antes y un después en los incunables?
Los incunables de la Biblioteca Lafragua
Los Quadragesimale de Johannes Gritsch
El Opus oxoniense de Juan Duns Escoto
Linajes de impresores, o los hombres que hicieron los incunables
Lo que define a un incunable: recapitulación
La disputa de los incunables
Entre 1640 y 1650 las ciudades de Haarlem (Holanda), Estrasburgo (Francia) y Maguncia (Alemania) se adjudicaban el invento que había revolucionado la forma de producir libros.
Duke Humfrey's Library, sala de lectura de la universidad de Oxoford de origen medieval / Imagen: wikipedia.org
Bernhard von Mallinckrodt en su libro publicado en Colonia en 1640, De ortu ac progressu artis typographicae dissertatio historica, defendía la teoría que la ciudad de Maguncia había sido la cuna de la imprenta, desarrollada por Johannes Gutenberg y sus socios.
Mallinckrodt también fue el primero en utilizar el término incunable, denominando de esta manera al período de la imprenta anterior del saecularis annus 1500 como prima typographicae incunables (o la primera infancia de la impresión)
En otras palabras, se denominó como incunables a las ediciones impresas anteriores al 1 de enero de 1501.
Los incunables, origen de la modernidad
A raíz de los debates entre los bibliotecarios y académicos, se efectuaron listados de libros con el afán de localizar el primer libro impreso.
En general, los escritores de tratados bibliográficos del siglo XVII percibieron ciertos cambios en la apariencia física de los libros anteriores y posteriores al año 1500, sobre todo en lo que respecta a tipos de letra, las tintas y las ilustraciones.
Incunables editados en la ciudad alemana de Colonia en 1488 y conservados en la biblioteca de la universidad de Cambridge / Imagen: @JimBloxam (CC)
Aunque es imposible generalizar, algunas de las características de los incunables son muy significativas.
Los primeros libros impresos imitaron el estilo de los manuscritos, utilizando tipos de letra diferentes según el género literario y la región, el uso de abreviaturas y contracciones en las oraciones, el uso frecuente de las columnas y notas al margen, además del espacio en blanco para elaborar capitulares iluminadas a mano.
La página destinada al título de la obra apareció hasta la década de 1480, aunque en realidad siguió siendo poco frecuente. En su gran mayoría, el cuerpo del texto iniciaba inmediatamente después de un corto título, que fue conocido como el íncipit.
El impresor, el año y el lugar de impresión podían no asentarse o bien colocarse frecuentemente en el colofón, una sección ubicada al final del libro.
1500: ¿un antes y un después en los incunables?
Este corte tajante entre los libros anteriores y posteriores al año 1500 no implica que se hubiese producido un cambio radical entre un año y los siguientes. De hecho, los impresos realizados en los primeros años del siglo XVI no son completamente distintos.
Además, debe considerarse que el desarrollo de los cambios en la producción de los libros tomó distintas direcciones en diversas ciudades.
Sala Rafael Serrano, en el repositorio de la Biblioteca Lafragua; testimonio de un acervo histórico / Imagen: VEDC
Al finalizar el siglo XV alrededor de doscientas cincuenta ciudades europeas tenían imprenta. El holandés Cornelius van Beughem elaboró el primer catálogo de incunables el año de 1688 (Incunabula typographiae) registrando 3000 libros.
En la actualidad se conocen poco más de 30.000 ediciones incunables, de las cuales se conservan entre 525.000 y 550.000 ejemplares a lo largo y ancho del mundo. Alemania es el país que cuenta con el mayor número de incunables.
Únicamente la Bayerische Staatsbibliothek (la mencionada Biblioteca Estatal de Baviera) resguarda alrededor de 18 700. La British Library, en Inglaterra, cuenta con 12 500. En Francia y en Italia, el conjunto de bibliotecas públicas posee 11.887 y 10.446 respectivamente. Las bibliotecas estadounidenses suman alrededor de 12 600. En España se cuenta con poco más de 16 700.
Los incunables de la Biblioteca Lafragua
Un fenómeno parecido a lo acontecido en la segunda mitad del siglo XVII en Europa se vivió en la ciudad de Puebla en la primera mitad del siglo XX.
A finales de 1933 Hugo Leicht publicó un pequeño artículo correspondiente a cuál era el libro más antiguo que podía encontrarse en la ciudad de Puebla, debido al hallazgo que se había efectuado en la biblioteca Palafoxiana de un libro impreso en 1475, producto de los trabajos de “clasificación de varios tomos” que se estaban efectuando en dicha biblioteca.
En esta línea, el primer número del Boletín Bibliográfico de la Biblioteca Pública Lafragua, publicado en 1947, Héctor Silva Andraca presentó el listado de los incunables “existentes en el escaparate de las obras preciosas de la dirección”.
Centenares de libros antiguos y 17 incunables se preservan en el fondo reservado de la Biblioteca Lafragua / Imagen: VEDC
Así enunciada, la comparación entre los 17 incunables resguardados en la biblioteca Lafragua y los miles de ejemplares existentes en las bibliotecas europeas resulta inútil. En este sentido, la valoración cultural de los incunables debe centrarse no en su antigüedad sino en considerar el ámbito del cual formaron parte.
La relevancia de los incunables de la biblioteca Lafragua se encuentra en que conservan las marcas de propiedad y los vestigios de diversas prácticas de lectura que nos remiten a universos complejos, y aún inexplorados, como lo fueron las librerías conventuales angelopolitanas.
En otras palabras, los incunables –además de ser una evidencia de la proliferación de la imprenta de Gutenberg creada en Maguncia– también constituyen una invitación destinada a comprender las bibliotecas de las cuales formaron parte.
Al día de hoy, la Biblioteca Histórica José María Lafragua ha logrado identificar, como parte de su fondo, 17 ediciones incunables: 1 de Nápoles; 9 de Venecia; 3 de Lyon; 1 de Brescia; 1 de Poitiers; y 2 de Estrasburgo. El incunable más antiguo existente en la biblioteca Lafragua se terminó de imprimir el 10 de agosto de 1479.
Fue a mediados del año 2011 cuando en el proceso de catalogación, se lograron identificar tres incunables más, los cuales se habían registrado como libros antiguos carentes de datos. De esta forma, aumentó a 17 el número de incunables sobrevivientes en la Biblioteca Lafragua.
Cómo identificar un incunable
La catalogación de impresos antiguos es un trabajo de primera mano, fundamentado en la identificación.
El catalogador tiene como tarea esencial, anterior a la descripción propiamente dicha, el análisis de cada uno de los ejemplares de que se ocupa, examinándolos como productos tipográficos, editoriales, textuales e históricos.
Para efectuar la elaboración de registros bibliográficos, que representen e individualicen ejemplares singulares, resulta imprescindible el desarrollo de una investigación mediante una metodología específica.
Es tarea esencial conocer cómo se fabricaban los impresos, sus modalidades de presentación y el modo en que vivieron a lo largo del tiempo. A su vez, el catalogador debe estar familiarizado con todas las fuentes de información disponibles para realizar su tarea.
Los Quadragesimale de Johannes Gritsch
Entre los incunables identificados se encuentra una de las más importantes colecciones de sermones de cuaresma escritos alrededor de 1440 por el franciscano Johannes Gritsch. Es muy poco lo que se sabe sobre él. Natural de Basilea, tuvo un papel preponderante en el concilio que se efectuó en su ciudad entre los años 1431-1449. Sus sermones, en total 48, tienen un esquema tripartito. Una de sus peculiaridades es el constante uso de la metamorfosis de Ovidio.
Contiene poco más de 34 exempla, donde se recogen un número considerable de las historias populares de la Edad Media. La primera edición se imprimió en Núremberg en 1474. Se imprimieron 24 ediciones de los Quadragesimale durante el período incunable.
Quadragesimale, de Johannes Gritsch. otro incunable de la BUAP
El ejemplar de la biblioteca Lafragua, de 284 hojas sin foliar, en formato octavo (8º), en letra gótica, con texto de 48 líneas a dos columnas, fue impreso en Venecia por Lazzaro de’ Soardi el 21 de marzo de 1495. El libro, encuadernado en pergamino y con un gran número de anotaciones manuscritas, perteneció, conforme a su marca de fuego, a la librería del convento de San Agustín de la ciudad de Puebla.
Debido a la ausencia de la última hoja, donde consta la marca tipográfica de Lazzaro de’ Soardi y el colofón, el libro había pasado desapercibido.
El Opus oxoniense de Juan Duns Escoto
Por otro lado, se identificó la obra Quaestiones in quattuor libros Sententiarum, mejor conocida como Opus oxoniense, del teólogo escocés Juan Duns Escoto (1266-1308); franciscano que estudió en Oxford, Cambridge y París. Durante esos años las universidades, al igual que las grandes órdenes religiosas, mantenían su propia originalidad en el trabajo teológico, generando grandes debates. La evolución de la teología hacia una disciplina escolar cambió su naturaleza y método. Su finalidad, de manera general, consistía en la búsqueda de la inteligibilidad de la fe.
La teología trabaja sobre unos textos, principalmente la Escritura, pero también los de la patrística y el derecho canónico. En la lectio (“comentario” o “exposición”) siguieron trabajando los grandes maestros de la escolástica. Estos comentarios en glosa buscaban clarificar las dificultades del texto, incluidos al margen o de forma interlineal. Con el paso del tiempo las glosas fueron tomando cada vez más extensión y se convirtieron en un género literario.
La lectio dio lugar a la expresión sententiae (“sentencias”) que eran, sobre todo, enunciados de fórmulas patrísticas que glosaban la Escritura, recogidas y puestas en antologías.
Fragmento de un incunable de la Biblioteca Lafragua: De Consolatione Philosophiae, de Boecio (impreso en Lyon, Francia, el año de 1499)
La sentencia se convirtió en el enunciado de un análisis más profundo, es decir, en una formulación de sentido, evolucionando y dando origen a las Sumas de Sentencias. El famoso Liber Sententiarum de Pedro Lombardo (ca. 1100-1160) es la culminación de esta evolución. La obra de Lombardo ocupó un lugar privilegiado en la enseñanza de la Teología al ser obligatoria su lectura para todo estudiante.
Los grandes maestros de la escolástica escribieron comentarios a las sentencias de Lombardo, entre los que destacan los de Duns Escoto, escritos entre 1303 y 1306, utilizados como un manual escolar. La obra quedó inconclusa y fue terminada por sus discípulos. El franciscano construyó un sistema escolástico – escotismo – distinto al de Tomás de Aquino, en el que dio la prioridad a la voluntad sobre el entendimiento.
Linajes de impresores, o los hombres que hicieron los incunables
El comentario al primer libro de las sentencias se imprimió por primera vez en Venecia en 1472. Los comentarios a los cuatro libros se imprimieron de manera conjunta a partir de 1477. El ejemplar de la Biblioteca Lafragua presenta una peculiaridad. En realidad, se trata de una encuadernación facticia, con dos impresos distintos, pero de la misma obra.
En primer lugar, encontramos 28 hojas sin foliar correspondientes a la tabula de los comentarios impresos en Venecia por Bernardino Rizzo en 1490. Este impresor, natural de Novara (Italia), estuvo activo entre 1481 y 1492.
Posteriormente, encontramos los comentarios al primer, segundo y tercer libro de las sentencias impresos en Venecia por Bonetto Locatello y Ottaviano Scotto el 18 de diciembre de 1497. Scotto, natural de Monza, fue el fundador de los primeros negocios editoriales a gran escala en Italia, además de introducir la imprenta musical en Venecia. Desde 1479 hasta 1484 él mismo se ocupó de la impresión y comercialización de sus libros. De esta fecha hasta su muerte en 1498 se concentró, principalmente, en labores editoriales.
Venecia a mediados del siglo XVII / Imagen: wikimedia.org
Su impresor habitual fue Boneto Locatelli, natural de Bérgamo (Italia) quien imprimió incluso para los herederos de Scotto ya entrado el siglo XVI. La sociedad fue tan próspera que Locatelli pudo añadir su nombre al de Ottaviano Scotto como socio.
Su producción fue ecléctica, ya que abarcó obras teológicas, libros de culto, clásicos antiguos, literatura italiana, obras de derecho, filosofía y ciencia.
En la edición que posee la biblioteca Lafragua del opus oxoniense, en formato folio de 66 líneas, con texto a dos columnas en letra gótica y con capitulares en grabado xilográfico, la marca tipográfica de Ottaviano Scotto, con las iniciales “OSM” (en referencia a su nombre y lugar de nacimiento), se encuentra al final de cada uno de los libros de las sentencias, los cuales cuentan a su vez con portadilla propia.
El cuarto libro, donde consta el colofón, no fue encuadernado en este ejemplar, tal y como lo demuestra la anotación manuscrita del canto frontal: “p’, 2’ et 3’ lib. Sen. Sco.”. Esta es la razón por la cual esta obra no había sido identificada. Además, se utilizaron dos o más ejemplares, algunos de ellos con cantos coloreados en rojo, de La misma edición para completar esta obra. Los indicios de esta hipótesis se pueden apreciar al realizar una observación detallada de los cantos del libro.
Templo conventual de San Francisco en la ciudad de Puebla / Imagen: Emmanuel Ponce (CC)
En más de una ocasión, el interés de un ejemplar determinado reside no tanto en la obra en sí misma o en su autor, sino en esos otros datos que lo singularizan. Este libro, encuadernado en piel sobre madera y con múltiples anotaciones de lectura, perteneció, conforme a su marca de fuego, a la librería del convento de San Francisco de la ciudad de Puebla.
La indicación de la catalogación y ubicación del libro dentro del convento lo encontramos en el lomo y primera hoja con las siglas: “Scholas BB5”. En la misma hoja encontramos que este libro perteneció al convento de Tecamachalco. Más importante aún es la firma del obispo Francisco de Toral (“Fr. Fran[ciscu]s de Toral”), quien fue el primero que aprendió la lengua popoloca y la enseñó a otros frailes.
Su labor en la evangelización de popolocas y nahuas fue sumamente importante, principalmente en la región de Tecamachalco. Como provincial del Santo Evangelio, en 1558 solicitó a Bernardino de Sahagún emprender la investigación de lo que a hoy conocemos como Historia General de las cosas de Nueva España. La referencia como antiguo poseedor de este franciscano la encontramos de igual cuenta en el canto superior, donde consta de manera manuscrita “Toral”.
Lo que define a un incunable: recapitulación
En resumidas cuentas, se entiende por incunables aquellos libros editados entre 1450 y 1500 por diversos impresores europeos cuyas características suponen una transición entre los manuscritos medievales y las modernas técnicas de impresión ya que, en su mayoría, repetían los modelos de capitulares, tipografía gótica y ausencia de ilustraciones que fueron norma durante toda la época medieval, por lo cual “en su primer siglo la imprenta produjo una cultura libresca que no era muy diferente de la que elaboraron los copistas”
Los productos de la época de los incunables no son siempre los impresos más relevantes o peculiares de las grandes bibliotecas de Europa o América. La Biblioteca Lafragua cuenta con manuscritos más antiguos (el Breviario Romano de 1370) o códices originales de extraordinario valor por su unicidad (el Códice Yanhuitlán y el Códice Sierra).
Aun así, los incunables representan el inicio de la producción en serie de impresos accesibles que llegaron, en primera instancia, a las familias e instituciones más pudientes de Europa y crearon, de forma lenta, pero segura, las condiciones de un cambio cultural que define nuestra forma de ver el mundo.
La autoría del texto es de Jonatan Moncayo Ramírez
Bibliografía
Eisenstein, E. L. (2010). La imprenta como agente de cambio: Comunicación y transformaciones culturales en la Europa moderna temprana. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. Obtenido de http://cpesj.edu.mx/wp-content/uploads/2014/12/La-imprenta-como-agente-d...
Moncayo Ramírez, J. (otoño de 2018). La valoración cultural de los incunables de la biblioteca histórica José María Lafragua. CUETLAXCOAPAN Revista del centro histórico de la ciudad de Puebla, 4(15), 15-18.
Moncayo Ramiro, J. (mayo de 2012). Los incunables de la Biblitoeca José María Lafragua. (VIEP, Ed.) Spinar Revista de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado, 16-19. Obtenido de http://www.viep.buap.mx/recursos/documentos/dgdc-spinor-022.pdf